MITOS Y LEYENDAS

lunes, 22 de octubre de 2007

N. del E. Según conversaba con un par de amigas el fin de semana, esta columna estaría completamente fuera de lugar, que los tiempos han cambiado y que por lo tanto, poco de lo que aquí se dice tendría validez en los tiempos que corren. Como no me consta -por experiencia propia- me atrevo a postearlo, aunque suene decimonónico.

La tradición indica que es el hombre el que da el primer paso. Si bien es la mujer la que finalmente elige, es uno quien está a cargo de la iniciativa. Ahí, cual galán y en su particular estilo, el macho ejecuta su rito de conquista a través del que intentará seducir a su objeto de deseo.

Por otra parte, el mito enseña que la mujer no es quien debe tomar la delantera en estas lides, so pena de ser tenida por desesperada o derechamente fácil. El vulgo acepta sin protesta la idea de que la mujer debe limitar su actuar a aprobar o desechar, según la dirección a que apunte el pulgar, al ejemplar que la intenta conquistar.

Y así, a punta de tradiciones machistas y mitos bultosos, los hombres a pesar de vivir en pleno siglo xxi están prácticamente sentenciados a ser los proactivos de la historia, relegando injustamente a la mujer al hábito paciente y contemplativo. Al parecer, algo que llaman instinto de mantención de la especie -tan falso como el cuco-, se encargaría de seleccionar naturalmente a los machos recios, pintosos o poco acomplejados que caminan entre la multitud femenina con la mira puesta en la chica guapa que lo miró de reojo, mientras esa misma discriminación endógena se encarga de apartar a los más timidones o poco agraciados, condenados a la amiga de aquella que, si bien no gusta tanto pero es simpática y mal que mal le han repetido hasta el cansancio que el amor lo puede todo.

En principio, a la mujer pareciera acomodarle este “estado de cosas”. Sentarse a esperar ser abordada para sin arrugarse desdeñar o asentir suavemente parece fácil, sin embargo, de a poco, muchas señoritas han comenzado a dejar de interesarse por el galán de camisa desabotonada, para empezar a fijarse en el amigo callado y de lentes con marco que habla relajado sobre cosas bastante más interesantes, pero no hay caso. Por más que ella le hace notar su interés, él parece no percatarse y la ira comienza a apoderarse de ellas al punto que añoran al galán que simplemente las toma y las besa a lo Corín Tellado, pura pasión que embriaga, claro, hasta que al galán se le ocurre repetir la escena no precisamente con ellas, quienes sólo terminan haciéndose acreedoras de sendos cuernos y rebuscadas conclusiones. ¿Qué hacer?

Lanzarse. A los hombres les encanta el cine por esencia. Sea porque ahí vemos todo lo que nos gustaría que nos pasara, o porque en las películas no pasa nada de lo que vivimos a diario. Sea por inspiración o evasión el hombre disfruta de las películas. Y nada más cinematográfico que el que una mujer se te acerque con aquella intención, se te insinúe de tal manera que estés obligado a preguntarte si te están mirando a ti, para que aún no convencido y sin las agallas suficientes para acercarte, sea ella quien te aborde y comience una conversación ahí donde no tenía por qué haberla. Si eso no es química, no sé cómo pasé ese curso.

Fuera con las tradiciones y los mitos. Los tiempos son otros y si en las Cumbres Presidenciales abundan, es sólo una muestra más de que ellas realmente se tomaron el poder. A demostrarlo. - foto_completosinmallo

por TJ Ferrari.