MI GUSTO INTRANSABLE

miércoles, 3 de octubre de 2007

Una de las gracias de algunas manifestaciones artísticas no es lo que transmiten, sino cómo tú como observador percibes lo que transmite. De otra forma no se explica cómo una película como El Lado Oscuro del Corazón, y principalmente un poema olvidado de Oliverio Girondo me haya dejado una frase que hasta hoy no puedo sacar de mi cabeza.

Oliverio, el protagonista de la película de Subiela, está en una constante búsqueda por su mujer ideal. Y traduce lo que quiere buscando a la mujer que sepa volar. Si no sabe volar, dice Girondo, "pierden el tiempo conmigo".

Lejano ya de terrenos metafísicos, pasada mi adolescencia, y fundamentalmente en esos momentos donde no tenemos muchas certezas y las que existen se transforman en sufrimiento, me enfrenté a una búsqueda particular. Como cualquier chico de mi edad, en ese entonces me esforzaba en pequeñas escaramuzas que permitieran acercarme más allá de lo que las fantasías lo permitían, a los secretos del género femenino. Y más allá de los tropiezos, y en honor a la verdad casi todos ellos estruendosos fracasos, intuía, sospechaba, que habían cosas que cuadrar, que habían pautas que seguir.

Pasó el tiempo y así las dudas adolescentes dieron paso a la búsqueda de las certezas. Quizás malformado por mis estudios de derecho, recapitulé esos episodios de juventud y luego de un concienzudo análisis, logré saber lo que necesitaba. Misteriosamente, y aún lo ignoraba, una vez más me encontraría con Olvierio Girondo.

Así descubrí que habían cosas que jamás transaría. No eran los pechos, no eran las piernas ni menos las manos de esas chicas que sabia nunca alcanzaría. Me importaba un carajo que fuesen altas, bajas, rechonchas o con un ojo más desviado de lo recomendable. Pero había algo en lo que era irreductible: la nariz.

Así fue como comencé a indagar en mis gustos inconscientes y descubrí que era eso lo que me seducía de primera vista. Y tuve una pequeña sonrisa de satisfacción, tal cuando estábamos en el colegio y aprendíamos la maldita tabla del 9, al descubrir que cada una de las chicas que pasaban a mi lado y de alguna forma me detenía en ellas, era por su nariz. Grande, enroscada, puntuda, redonda, aguileña o respingada. Todas guardan un extraño secreto, que me hace detener la mirada ahí sin poder en modo alguno evitarlo. Es mi talón de aquiles, mi punto ciego.

Y me ha pasado decenas de veces. Conoces a una chica nueva, le das sólo una mirada y ya sabes que no habrá vuelta atrás: intentarás por todos los medios, y aun sin darte cuenta, conseguir su atención, que sonría, que se gire e imaginar la consistencia de ese objeto de fetiche. Y cuando analices eso, te sonrojarás y tal vez incluso le cuentes a tus cercanos de tu obsesión. O, como en mi caso, termines contándoselo a esa chica nueva que conociste alguna vez y de la cual ahora no quieres separarte. Ahí es cuando Girondo se aparece y tienes que darle la razón. - foto_f128

por TJ Claudio.