MARGOT

martes, 29 de enero de 2008

Recuerdo con nostalgia los tiempos del colegio no porque sea un trilambda sin vida ni menos porque haya sido del grupo de los futbolistas ganadores. El recuerdo, como no, tiene que ver con mujeres y tiene que ver con lo que fueron las primeras pistas, las primeras intuiciones de lo que debería tener una mujer perfecta.

Es que la vi. Margot Kahl, jamás podrás salir de mi cabeza. Y no, no era porque fueras la-mujer-más-creíble -de-la-televisión-chilena. Tampoco porque en algunos momentos se arrancara un ultramontanismo moral que me gatillara alguna ligera perversión revolucionaria.

Mañanas enteras himnotizado tratando de descubrir algún secreto oculto tras esa máscara de mamá-de-mejor-amigo y de severidad prusiana con las que arengaba a hordas de dueñas de casa en el matinal de turno. Le agradecía a la vida cada vez que alguna enfermedad (amplificada por mi ansiedad) me permitiera guardar reposo y ver con la tranquilidad del control remoto en mano, las visicitudes de la cocina tradicional o de la medicina alternativa con las que se rellenaban esos espacios sin que la cámara enfocara a la buena de Margot.

Y su estela permanece. Con destellos, claro está. Una que otra presentadora del tiempo por algunas milésimas de segundos nos quiere hacer creer que sí; alguna actriz por acullá que también logra rescatar ese ethos maternal que ya se quisiera haber estudiado nuestro amigo Freud, que tanta razón tenía.

Los tíos Juanitos la extrañamos. No necesariamente porque le haga falta garbo a nuestra TV. Nos encanta la TV basura, nos encanta la farándula y su ritmo violento con el que maltrata a esas figuras de cartón que matarían por un segundo de pantalla. Pero por cada vez que nos gusta esta televisión del siglo xxi, extrañamos a esta diva de otra época. Hoy, sólo nos queda conformarnos con Google Images. - foto_elllanquihue

por TJ Claudio.